El tutor ideal
Sabe escuchar. Escuchar en todos los sentidos. Escuchar
al alumno y entender cómo se siente (en la medida de lo posible). Es compasivo y
comprensivo. Es empático, por lo tanto,
Sabe sentir. Sabe manifestar sus
sentimientos para que los alumnos no tengan miedo a mostrar los suyos propios.
Sabe
hablar, sabe que las palabras son importantes y sabe que muchas veces calan
hondo en las personas.
Sabe decir buenos consejos, porque ha experimentado y
tiene conocimientos de la vida. Tiene experiencias que transmitir.
Sabe
reflexionar, porque también sabe que las primeras impresiones y los primeros
juicios no son buenos.
Sabe que es necesaria una perspectiva crítica. Sabe que
hay que ir a la raíz de los problemas. No quedarse en lo superficial.
Sabe que
es un profesor y que una vez fue alumno. Sabe que puede solucionar muchos de
los errores que cometieron con él.
Sabe dirigir. Sabe que cada persona es un
mundo y que cada caso es especial. Sabe que tiene que atender a todos por
igual, pero en individual.
Sabe de derechos, deberes y normas, pero también
sabe que hay veces que hay que saltarse las normas para vivir sin tantas
estructuras y cajones estancos.
Sabe de ética y de moral. Comprende la
igualdad, la justicia y la libertad de la que todos han de disponer. Sabe que
el mundo puede mejorar y que está en sus manos invitar a todos los alumnos que
pasen por sus ojos a cambiarlo.
Y lo más importante. Sabe que día a día aprenderá de ellos como de sí mismo. Para seguir avanzando en el conocimiento. Para no parar de crecer en la educación. Para no dejar de aprender. Para seguir enseñando sanamente.
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