Solo quiero echar la vista atrás y no llorar.

Espero que dentro de diez años el panorama haya cambiado. Espero que seamos más respetuosos con el mundo que habitamos y que también hayan cambiado los residuos que lanzamos a tierra, mar y aire. Espero poder reírme, dentro de diez años, de los gigantes ordenadores que usamos, como nos reímos ahora de los “pedruscos” de teléfonos móviles que utilizábamos hace 10 años. 

Espero que podamos reírnos de las sillas, de los pupitres, de las pizarras. Porque espero que haya más conciencia corporal, más higiene postural y menos ibuprofenos. 
Espero que la educación cambie tecnológicamente en nuestro beneficio y que los robots puedan facilitarnos el trabajo, pero no quitar el trabajo para generar todavía más desigualdad, porque si no solo van a quedar ricos y robots. 

Pero más que reír sobre este asunto, sobre cómo hemos evolucionado en lo tecnológico, me gustaría que pudiésemos reírnos, pensando en reírnos por no llorar, por haber tenido un pasado sin educación emocional. Y que en ese presente de dentro de diez años haya gente más sana a ese nivel. Porque en la educación de ese tiempo habrá conciencia de uno mismo y conciencia sobre las conciencias de los demás.

Esto es un sueño que me gustaría ver hecho realidad si en diez años sigo existiendo y puedo echar la vista atrás. Pero al paso que vamos es difícil ver al mundo menos sumido en comprar y vender, en comprarse y venderse. En tener. Y es más difícil entender que va a ser un mundo más compasivo y comprensivo, si ya no miramos a los ojos, porque miramos por aplicaciones y “me gustas” y “corazones” y tuits que nos hacen la mente corta y acortan nuestras palabras, nuestro lenguaje, parte de nuestro ser.
Es difícil creer que dentro de diez años me voy a reír de diez años atrás, porque hace diez años estaba casi jugando al escondite en la plaza de mi pueblo. Y ahora los niños en los parques se desfiguran el cuello mirando hacia su ombligo, donde tienen un teléfono atado al cerebro.

Comentarios

  1. . Porque espero que haya más conciencia corporal, más higiene postural y menos ibuprofenos.
    Pablo... no se podría decir mejor. Lo bueno es...que acabaremos riendo y, somos conscientes de ello. Ojalá a los 50 años tengamos ganas de jugar a un escondite !

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